Lo maravilloso de las personas es que jamás dejan de sorprenderte, y a lo largo del tiempo he llegado a la conclusión de que el "taxista" es como una subespecie. Sin duda enriquecen un colectivo, dan una pincelada de, por decirlo de alguna manera, diferenciación al resto de las personas, sus opiniones y puntos de vista pueden pasar de ser algo fascinante a algo que propicie en uno la absoluta necesidad de saltar del vehículo en marcha.
Creo que sin duda se merecen una mención especial. Daría para escribir un buen libro, sería una importante inversión realizar el estudio de campo, pero desde luego creo que valdría la pena.
Hoy me centro en una de mis experiencias: la he denominado "el taxista y el botijo". Tal y como me subí al taxi sabía que me esperaba un trayecto corto pero intenso, compaginaba 2 emisoras de radios, intereconomía y la cope, si ya cuesta entender a los comentaristas escuchando las emisoras de una en una, imaginad las dos a las vez. Reconozco que me costó unos segundo reaccionar mientras el taxista me miraba con el semblante serio y el ceño fruncido. Al fin pude reaccionar y le grite sin darme cuenta hacia donde nos dirigíamos, intentando llegar a sus oídos por encima del griterío de ambas emisoras, con un gesto de afirmación levantó bandera y nos pusimos en marcha.
Me pareció ver cierta mueca de desagrado, la distancia que íbamos a recorrer no era muy amplia, por lo que el monto tampoco ascendería a una gran cantidad, tal vez por ese motivo decidió entablar conversación conmigo, o castigar mis neuronas que fue justamente lo que hizo.
Mientras yo intentaba centrarme en mi ebook, que sin duda me resultaba mucho más interesante que los debates que se podían oír en las emisoras, y la conversación que de ellas se podía derivar, de golpe me sobresaltó el grito del Sr. Taxista:
-Eh! Señorita!! que le parecen estos ignorantes catalanes, ¿qué se creen? que aquí tienen diamantes, minas de oro, petróleo, como en otros países realmente ricos como Perú, Colombia, Ecuador -
En ese momento, haciendo un esfuerzo importante por no propinarle una colleja, hice un ejercicio de respiración y me limité a emitir un sonido intentando mostrar indiferencia a su comentario, y un media sonrisa. ¿Realmente este hombre creía que los países que estaba mencionando eran más ricos y evolucionados? Sin duda así era, su vehemencia al exponer su opinión así lo daba a entender. Después de quedar totalmente noqueada, hice un gesto con la cabeza intentando sacudir esas frases de mi cabeza para poder centrarme de nuevo en lo que realmente me interesaba, mi lectura.
Él siguió parafraseando millones de improperios, insultos y comentarios despectivos, a los que yo intentaba no prestar atención con todas mis fuerzas, procurando realizar gestos neutros, sin apartar la mirada de mi ebook, con la vana esperanza de que se diera cuenta de que no tenía ningún interés en mantener una conversación con él, y mucho menos por donde estaba encaminando la conversación. Lo que sí me hubiera gustado era explicarle el significado de la palabra respeto, o incluso tatuárselo en la lengua.
Justo cuando creí que había captado mi absoluto desinterés, se volvió a girar mirándome fijamente, mientras estábamos detenidos en un semáforo, y señalando con desgana mi ebook me preguntó
- ¿Y eso qué es?...¿Un cacharro de esos para leer?-
En ese momento lo que realmente me apetecía contestarle era:
- Sí! justamente eso, ¿usted sabe leer?
Pero una vez más hice un ejercicio de autocontrol, y me limité a asentir con la cabeza, obligándome a ofrecer una plástica sonrisa, que posiblemente se debió parecer más a una mueca, pero dada la situación me sentí muy orgullosa del resultado.
No tengo muy claro en qué momento ese hombre pudo pensar que me interesaba su opinión, pero inició un monólogo que pretendía convertir en conversación, diciendo frases como las que siguen.
- A mi la tecnología no me gusta, creo que es un atraso, nos hace ser seres inservibles. -
- Yo preferiría que la tecnología no existiera, ni lo móviles, ni ná. -
Empecé a sentir ganas de arremeter contra él toda clase de improperios, frases complejas que posiblemente ni entendiera, sin duda ese tipo estaba poniendo a prueba mi paciencia, de momento yo seguía ganando, lo que no tenía tan claro era hasta cuándo iba a poder seguir mordiéndome la lengua. Procurando utilizar un tono neutro atiné a hacerle un comentario, buscando entre mis carpetas mentales de frases tópicas en conversaciones banales, pude rescatar una que utilizo muy a menudo.
- Bueno hombre, la tecnología tampoco es tan mala, nos hace la vida un poco más sencilla -
Me sentí de lo más satisfecha, consideré que había conseguido salvar la situación, salir airosa y, creyendo concluida mi intervención, me volví a enfrascar en mi lectura, que ya no me resultaba tan interesante, pues hasta cada centímetro de mi cuerpo ya estaba tenso como un alambre, y me temía que en cualquier momento saltaría como si me pincharan el trasero con un alfiler.
Si en algún momento me pude plantear que el Sr. Taxista ya no me podía seguir sorprendiendo, como si de un mismísimo tren de mercancías se tratará su respuesta me arrolló sin compasión.
- Tonterías!! la tecnología nos complica la vida, mírenos!! somos unos pobres infelices, pendientes de que unos cacharros nos hagan las cosas, mi abuelo sí que fue un hombre feliz, el iba a su huerto todos los días, con su burro Antonio! al que tenía muy bien enseñado, sabía perfectamente el trayecto del huerto a casa, y mi abuelo podía ir echando una siesta o borracho, sin tener que preocuparse de que los putos mozos de cuadra le multen por ir borracho!! -
Cuando terminó su erudito discurso soltó una carcajada, y golpeo contra el volante su mano, dándose la razón pronunciando con todo convencimiento una frase de reafirmación, - Sí, señor!!, hizo que el bello de mi espalda se erizara como un gato, y casi pude sentir una torsión semejante a la de este animal cuando plantan cara a una amenaza.
Sin duda mi paciencia no es una fuente inagotable de energía, y el piloto de reserva hacía ya unos minutos que parpadeaba, anunciando que si el trayecto requería 15 minutos más se mascaría la tragedia.
El Sr. Taxista me brindó su ultimo parafraseo, me pareció la joya de la corona de la estupidez, el remate a una situación realmente extraída del más absoluto surrealismo. Le había subestimado, creí que ya no era capaz de superar tanta estupidez, pero se superó, ya lo creo que se superó!! El personaje espetó:
- ¿Sabe una cosa? -
Haciendo una pausa, que yo casi aproveché para propinarle la primera flecha verbal envenenada, por mi mente pasó como un rayo lo siguiente:
- Por su puesto unas cuantas más ¿y usted? ¿puede decir lo mismo?...
Entonces él interrumpió mi pensamiento con la siguiente disertación.
- El único invento realmente útil es el "botijo"! sí tal y como lo oye señorita, y no lo invento ningún catalán de mierda, lo inventaron en mi pueblo, en Albacete!! eso sí que es una joya de invento, es el único invento que es capaz de mantener el agua fresca sin necesidad de energía.
Ya está! hasta aquí, ya tenía bastante, por suerte prácticamente habíamos llegado al final del trayecto, y grité enérgicamente en catalán la siguiente retahíla:
- Nos quedamos aquí, aquí mismo ya me va bien, tenga - le dije enérgicamente ofreciéndole el dinero-, se puede quedar el cambio, y por cierto soy catalana, y adoro la tecnología pues gracias a ella hemos evolucionado, por desgracia no es el caso de todos y usted es la evidencia!! y ¿sabe una cosa? esta catalana le da el cambio para que se vaya a un bar y beba cuanto quiera, como hacía su abuelo, y espero que los "mossos" le retiren el carné de conducir, para que no pueda torturar a ningún pasajero más con su palabrería, ¿me ha entendido? porque si no se lo puedo repetir en castellano y que le quede bien claro. - Me bajé del taxi dando un portazo.-
Cuando me sentí a salvo fuera del vehículo me pude hacer la siguiente reflexión, acabas de demostrarte a ti misma una teoría, la paciencia es el músculo de nuestro cuerpo que adquiere más flexibilidad, y puedes ejercitarlo para hacerlo cada vez más resistente, pero en definitiva como cualquier otro músculo tiene sus limitaciones y si le exiges demasiado sufre una lesión!!
Así que me seguí diciendo a mi misma, has perdido los papeles, sí, es cierto, pero en definitiva ha sido instinto de supervivencia, estabas a punto de lesionarte el preciado músculo de la paciencia y el día aún era muy largo y seguro que lo necesitaría.
El Sr. Taxista no se quedó muy conforme y aprovechando el ámbar del semáforo, apretó el acelerador y me hizo dar un respingo para que evitar que me golpeara, mi instinto me pedía levantarle un dedo, pero en definitiva, supongo que mis palabras también lesionaron su músculo de la paciencia y simplemente reaccionó, así que no pude más que sonreír y prometerme que esto lo tenía que compartir, así que aquí os dejo mi historia del "Taxista y el Botijo"